
La Cámara de los Comunes aprueba la ley de la muerte asistida en Inglaterra y Gales
Trump ha puesto la Casa Blanca boca abajo y –como Willy Wonka con el chocolate– la ha convertido en una delirante fábrica de contradicciones. Con tal intensidad que ya nada sorprende y la paradoja, paradójicamente, fallece por exceso
El mundo está perdiendo un eficaz bisturí para diseccionar la realidad.
“¿Puedes poner un ejemplo de paradoja?”, me preguntó una universitaria al insistirles en que penetren bien con este instrumento en el oficio de reportero. “Pues que ningún gran jerarca nazi cumplía con el físico ario ideal por el que asesinaban”, respondí.
Cuando la China de Mao y la España de Franco establecieron relaciones diplomáticas plenas en 1973, con los dos dictadores todavía vivos, el Estado profundo franquista solucionó la paradoja de abrazar a la China roja con una fórmula mágica que nos hace avanzar –individual y colectivamente– sin tener que hacernos demasiadas preguntas: “Contradicciones razonables”.