
«Hay que pensar que las cosas son solo cosas para que el intercambio funcione»
Patricia y Emilio residen en Gijón en una casa que ha sido suya y también, temporalmente, de numerosos viajeros que buscaban la tranquilidad de un hogar a diez minutos del centro de la ciudad. Ambos ya jubilados y unidos por una pasión, la de viajar, decidieron hace nueve años lanzarse a probar la experiencia de intercambiar su casa con otros trotamundos. «El primer paso cuesta mucho darlo, porque al final es tu intimidad y son tus cosas, pero una vez que lo das, la experiencia es tan buena que acabas perdiendo ese miedo», explica Patricia.
La primera ventaja que encontraron, claro, fue la económica. Viajar de esta manera reduce considerablemente los gastos de alojamiento en el destino. Pero ahora, «va más allá. Cuando vas a un sitio te integras con la gente de ese lugar, vas y vives como los locales, no eres un turista», argumentan. Y esa sensación es la que ahora les motiva. «La gente te deja recomendaciones de sus sitios, de sus restaurantes favoritos, del supermercado de la esquina. Es una manera de viajar, no es solo una cuestión de dinero».
El funcionamiento de los intercambios, que hacen a través de HomeExchange, no siempre es el mismo: se puede hacer de manera simultánea –los dos viajeros intercambian su hogar a la vez–, o no.