Fuerte varapalo internacional para un Putin debilitado por la guerra en Ucrania
El esfuerzo bélico de Rusia en Ucrania ha desatendido su ayuda al régimen de Bashar al Assad, cuya caída supone para el Kremlin un fracaso más de su política exterior.
En su momento, la ofensiva de las fuerzas rusas en Siria fue un golpe de timón de Moscú ante el deterioro de su imagen por la anexión de Crimea y la guerra en Donbás, que arrancó en 2014. Aquella intervención en Oriente Medio comenzó en septiembre de 2015 para lograr una mayor presencia de Rusia en la escena internacional y poder así contrarrestar la percepción negativa de sus acciones en Ucrania, con la narrativa por delante de la lucha contra el terrorismo yihadista.
La ayuda rusa permitió al régimen sirio repeler los ataques rebeldes y estabilizar la situación en el país. El apuntalamiento de al Assad también estaba dirigido, como el propio presidente Vladímir Putin reconoció, a evitar que el presidente sirio compartiese el destino trágico de Saddam Husein o Muamar el Gadafi.