
Entre la motosierra y los berrinches, Trump y Musk le regalan a China la carrera espacial
Elon Musk llevaba un tiempo planeando su salida de la Casa Blanca de manera relativamente silenciosa. En abril dejó caer que mayo sería su último mes al frente del Departamento de Gestión Gubernamental (DOGE), en lo que se entendió como una forma de apaciguar a los accionistas de Tesla y Space X, y el miedo a que estuviera desasistiendo el control de su marca automovilística, que por primera vez ese mes arrojaba un descenso significativo de beneficios.
En realidad, los republicanos dicen ahora que no, que el archimillonario quería seguir un tiempo más al frente de DOGE, aunque con una cuota mayor de tiempo para atender su emporio.
Sin embargo, el presidente dijo simplemente: «No». El archimillonario fue designado libremente en enero por Trump al margen del Ejecutivo y sin que su cargo lo ratificara el Senado. Un equivalente a los puestos de libre designación o 'a dedo' que, por ejemplo, existen en la política española. Solo que allí es temporal. A Musk esa circunstancia le confirió el estatus de 'empleado especial', pero como tal solo podía ejercerlo un máximo de 120 días según la legislación de EE UU.