
El reto más difícil de la carrera de Lewis Hamilton
Hamilton siempre ha vivido bajo el paraguas de Mercedes. Ya desde sus tiempos en la cantera de McLaren, el gigante (ya no tanto) alemán le protegió, modeló y pulió para convertirle en la mayor leyenda de la historia de la Fórmula 1. Tiene casi todos los récords estadísticos posibles, pero quiere ahondar su leyenda en el equipo que todo el mundo identifica como el sinónimo de automovilismo. Por eso, cuando tuvo la oportunidad, fichó por Ferrari, con todo lo que eso conlleva.
En sus primeros días con el escudo de Maranello en el pecho, Hamilton se ha topado con una realidad que le ha abofeteado por primera vez en años: no es el líder del equipo. Charles Leclerc se conoce cada pasillo, cada puerta que chirría o cada ventana que no cierra bien de la sede de la Vía Abetone. A Hamilton le toca estrenarse en todo, incluidos los problemas que ha tenido, tiene y tendrá la Scuderia a corto y medio plazo.
Que la maquinaria de un gigante como Ferrari siga funcionando se debe a partes iguales a la buena intención de sus miembros, a su profesionalidad y a la suerte. No siempre lo hace, y esa es la parte sórdidamente divertida de ser 'tifosi': apoyar a la Scuderia implica aceptar cierto grado de sufrimiento y bochorno.