Crítica del episodio 10 de 'La casa del dragón': otro parto, otra coronación y un choque inesperado
La serie de HBO tenía muchas deudas pendientes y un montón de prejuicios en su contra. Tras liberarse de ellos comenzó a elevar el vuelo y a ganar seguidores por sí misma. Ha conseguido atrapar y convencer a aquellos espectadores prestados y hacerlos suyos. Una vez hemos superado los saltos temporales que nos despistaban (y que impedían detenerse en algunos personajes) y hemos aceptado esos cambios caprichosos de actores (algunos protagonistas envejecían y precisaban de nuevos intérpretes y otros no) nos hemos encontrado con una 'Casa del dragón' más adulta, que nos ha dejado con ganas de más.
Los capítulos 9 y 10, que creíamos que iban a ser los más belicosos, tras la muerte del rey Viserys, han resultado los más contenidos y apenas han tenido un par de momentos de acción (a cargo de los dragones). Han sido dos ejercicios de estilo, moderados, reposados, intrigantes. Han servido para reordenar todas las piezas de ese tablero que en ocasiones parecía desordenado, para volver a presentar a los personajes desde otra óptica. Han preparado a los bandos para la gran contienda, que ya veremos en próximas entregas previstas para 2024.
Dábamos por hecho que la guerra estallaría en cuanto el monarca falleciese. Pero no ha sido así. Ni la reina Alicent permitió que alzaran las armas rápidamente ni a la princesa Rhaenyra le han podido las prisas por reclamar lo suyo. También Rhaenys ha tenido opción de explicarse por qué no soltó el «dracarys» que todos le reclamábamos en el episodio anterior.