
Cenar salpicón las más noches
«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos consumían las tres cuartas partes de su hacienda». Se lo saben ustedes de memoria: son las frases con las que arranca el libro más famoso de la literatura española.
Han pasado 420 años desde que Cervantes publicó 'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha', así que es normal que muchos lectores actuales no entiendan lo que significa tener la lanza en astillero (colgada de una percha especial y sin darle uso) ni lo que es una «adarga» (un escudo de cuero). Probablemente tampoco sepan qué implicaba hace cuatro siglos que el cocido contuviera más carne de vacuno que de ovino, ni qué demonios son los duelos y quebrantos o por qué se comían los sábados en vez de cualquier otro día de la semana.
Me apuesto un ojo de la cara a que la mayoría de niños y jóvenes de hoy en día ni siquiera comprenden la palabra «rocín», de modo que resulta comprensible que El Quijote ya no se lea en el colegio más que muy parcialmente o que se haga usando una versión modernizada. La más conocida es la que en 2015 publicó Andrés Trapiello, adaptada al castellano actual con la intención de evitar al lector las miles de notas a pie de página que se encargaban de aclarar expresiones y circunstancias del lejano Siglo de Oro.