Bucéfalo me deja tirado al pie de una subida bíblica
Salgo de Siena temprano, a pesar de los negronis de la noche anterior con Antoine. Las 'strade bianche' se acentúan y hacen de la etapa un infierno luminoso. Conforme me acerco a Roma la sombra escasea. También las ganas de pedalear. Llego a San Quirico d'Orcia con la intención de continuar hasta Radicofani, pero Bucéfalo tiene otros planes.
A Siena le sienta bien el atardecer. Piensa lo mismo Antoine, mi compañero de habitación en las Hijas de la Caridad. La conversación ha salido sola. Tiene 23 años y recién ha acabado Ingeniería Aeroespacial en Toulouse. Antes de introducirse para siempre en un mundo de números, nóminas e hipotecas, decidió recorrer parte de Europa en bicicleta. Partió de Nancy hasta Santiago.
Una vez saludado el apóstol, continuó a Lisboa. De ahí a Barcelona. La península como si fuese la orilla izquierda del Sena. Pedaleó hasta Roma y ahora quiere volver a casa. Está cansado de la bicicleta. Carga con 40 kilos de equipaje. Echa de menos la vida normal, la tiranía de los horarios.