Anna Simon se sincera sobre las campanadas de Cristina Pedroche
Lalachus salió con los rulos puestos en el telediario de las nueve de la noche a modo de aperitivo. Defenderse con la cabeza convertida en una especie de capitel corintio es harto complicado, pero así es Laura. Asomó por la pantalla con la mandíbula contenida y demostrando que hoy, como ayer y antesdeayer, le importa un bledo lo que opinemos de su aspecto.
A esa hora los encargados de cocinar en casa llevaban, seguro, recogidos capilares peores. Luego, por si acaso, segundos antes de engullir la primera uva, recordó a los presentes que a ver si dejamos de opinar de los cuerpos ajenos. Ojalá siga siendo la mujer del momento durante muchos momentos más.
A las 23.40 apareció vestida de diosa y con el pelo de una diva de serie estadounidense de los ochenta, gritando: “¡Ay, qué fuerte!” y convertida en un manojo de nervios. Presentó a su pareja de baile, David Broncano, vestido con camisa y pajarita tan blancas como la piel de su rostro, flipado perdido, haciendo publicidad a los neones de Gonzalez Byass que coronan uno de los edificios de la Puerta del Sol. Apareció entre ellos con unos calcetines rojos que le regaló David Bisbal, el mismo bombo de La revuelta y toda la jeta del mundo.