
Alegato por la paz, la libertad académica y la defensa de la universidad pública
«Paz en nuestro tiempo» fue el lema de Chamberlain antes de sucumbir a los desafueros de Hitler. «Guerra total» proclamó el aguerrido Churchill para ... derrotar a los ejércitos nazis con sangre, sudor y lágrimas. Como los perversos marcianos de «Mars Attacks!», solo los asesinos dicen venir en son de paz. Y, sin embargo, no ha sido Palestina, qué ironía, la receptora del Premio Nobel de la Paz. Contra todo pronóstico, diría Sabina, ha sido Venezuela, país cautivo de una dictadura respaldada por la izquierda. Gran victoria de la democracia y un éxito político global.
La paz en Palestina no es intrascendente. Al contrario. Pero el abuso partidista, la intifada mundial y la violencia antisemita han malogrado las opciones de la causa gazatí. Este premio tiene la importancia que tiene. Como en otras categorías del Nobel, el acierto recae en quien lo recibe no en quien lo otorga.
En este caso, la impostura estratégica ante un asunto tan complejo ha quedado en evidencia. No es ético desdeñar la matanza terrorista de judíos solo para justificar las acusaciones de genocidio contra Israel. Es un escándalo y un insulto a la inteligencia el modo en que la izquierda sectaria instrumentaliza la causa palestina en su beneficio político.