Albal y las paradojas de la tragedia: la mitad del pueblo no se enteró de la catástrofe
Son las 7:30 am y en la Avenida Blasco Ibáñez de Albal un hombre lija una puerta. «Café, café con leche, magdalenas», se escucha una voz que se acerca. Es una voluntaria que con un carro ofrece desayuno en una de las calles más afectadas por la DANA. A continuación pasa Sonia, y altavoz en mano avisa de que en el Colegio San Carles se dará comida caliente a mediodía.
Entre el sonido de los cepillos y las escobas sobre el asfalto, se escucha una voz: «Necessiteu ajuda?» No sé las veces que durante los dos últimos días se han repetido esas dos palabras. El sábado un autobús llegó hasta la población de l'Horta Sud desde Alicante. Una localidad, Albal, que ha vivido una situación muy peculiar.
Mientras algunos de sus 16.806 habitantes gritaban desesperados por salvar su vida en la maldita noche del martes, otros vivían totalmente, o casi totalmente, ajenos a la tragedia.