
Tu cerebro también quiere que el verano no se acabe
Las vacaciones «activan redes cerebrales que el estrés apaga el resto de al año». Lo cuenta Emilia Redolar, neurocientífica de la Universitat Oberta de Catalunya (UOB). «Las relaciones sociales de calidad -aquí más de uno y más de una habrán soltado una sonrisilla- reducen el impacto en el cerebro del cortisol», la temida hormona del estrés. Así que mejora la salud y la actividad cerebral. Que tú pensabas que en la terracita con un vino estás más brillante y al final va a ser cierto.
Hay estudios que muestran que «esa mayor interacción reduce la ansiedad social y aumenta la oxitocina y la dopamina, lo que refuerza los vínculos emocionales y parentales y el aprendizaje». Eso sí, cuando esas interacciones van con la cerveza en ristre, no serán beneficiosas. El alcohol «deteriora progresivamente la función ejecutiva y altera la toma de decisiones». Tiene impacto en regiones cerebrales clave. «Inhibe la corteza prefrontal, involucrada en la planificación y el juicio, y además genera dificultades a largo plazo desde un punto de vista cognitivo», explica Redolar.
Ahora es cuando uno levanta los dos brazos y se suma al tópico de que dos cañas no pueden ser malas. Pues sí.