
Pogacar le cede el amarillo a Healy
Como la de Ben Healy, porque el corredor irlandés supo a mitad de etapa, que tenía por delante su gran oportunidad y derramó hasta la última gota de sudor para conseguirla, sin escatimar ni una pedalada, a sabiendas de que en la última subida, la de Mont-Dore, otros se aprovecharían de su esfuerzo generoso pero a la vez egoísta para cumplir ese plan de vestirse de amarillo que intuyó cuando supo que por detrás, los líderes jugaban al gato y al ratón, al tacticismo.
El Visma queriendo y no pudiendo y Pogacar dando la sensación de que podía pero sin querer demasiado, porque un Healy con el jersey de líder no le preocupa, e incluso le alivia de las obligaciones del maillot amarillo hasta que lleguen los días decisivos y la carrera se ponga seria. Es el primer irlandés que encabeza el Tour desde que Stephen Roche lo consiguió en 1987.
Por las escarpadas carreteras del Macizo Central, que -todo evoluciona-, aparecían recién asfaltadas para alivio de los ciclistas, que escuchaban historias no tal lejanas sobre pisos rugosos, estrechos y bacheados, se planteó una guerra de nervios entre los aspirantes al trono de París, simplificando, Pogacar y Vingegaard, y una escapada, previsible, con un grupo numeroso de componentes. Al danés se le filtraron dos de su equipo, Campenaerts y Yates, pero el líder, que bastante tenía con lamentar que Sivakov corriera enfermo todo el día, no metió a ninguno de los suyos.