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Qué a Alberto González Amador le llamen delincuente confeso le ha destrozado la vida según manifestó ante el Supremo en su testifical contra el fiscal general del Estado, hasta el punto de que está dispuesto a irse de España o a suicidarse.

Menos mal que el presidente del tribunal, Andrés Martínez Arrieta, le recomendó que lo consultara con su abogado, pero lo mismo podría haberle enviado a su confesor. González Amador dijo también que estaba arruinado por el dinero que había gastado en abogados.

Claro que previamente había demandado a un sinfín de políticos y periodistas que le han llamado delincuente confeso, una espiral que terminó cuando la Sala de lo Civil del Supremo dijo que la vicepresidenta María Jesús Montero se lo había llamado en uso de su libertad de expresión.