
La bandera de la prostitución
Hace muchos años, pero que muchos, que lo de los prostíbulos del suegro de Sánchez era conocido y reconocido. Es más. Alguien, si quisiera, podría contar lo de una “tenida” en un asotanado local madrileño de amigos muy progres y cercanos a la pareja ya presidencial donde Begoña se sinceró al respecto y en particular con los presentes. De aquel cónclave con la “peña” salieron, por cierto, dos ministros. Lo de Begoña, claro, no salió de allí.
Pero ha acabado por salir. En realidad llevaba mucho tiempo fuera pero no había quien se atreviera a publicarlo y darle la escandalosa dimensión que el asunto conllevaba. Desde luego se tuvo con ello muchas más contemplaciones que con cualquier otro sucedido similar aunque hubiera sido mucho más antiguo y la implicación directa mucho menor.
Quizás, y lo que haya levantado ya del todo y por fin el telón, haya sido precisamente aquello que el siniestro comisario Villarejo, que conocía y utilizaba aquellos cenagosos y repulsivos negocios muy bien, soltó en una de las grabaciones de la cloaca nacional, sorprendido de que Sánchez, ya encampanado en Moncloa y ejerciendo el poder absoluto en Moncloa, lanzara como un gran eje doctrinal, la lucha contra la prostitución hasta conseguir su abolición.