
El Gobierno afronta una oposición sin tregua en todos los frentes a la vuelta del verano
Aparte la consabida gaseosa, la bebida consistía en poner un fondo común para hacer una sangría, generosa en canela en rama, que al parecer era afrodisiaca, u optar por una limonada con vino blanco, agua con gas y algunos peces que no eran otra cosa que rodajas de plátano. A la sangría se le echaba melocotón. Todo ello en una orza de Fajalauza, con un cuarto de barra de hielo, comprada en La Siberia de la calle Escudo del Carmen. Y como tapa, un cuenco de aceitunas aliñadas de los Pedraza y unas patatas fritas compradas a Pepe en la calle de La Colcha, por donde pasaba el tranvía.
Se nos va el verano –al menos es lo que dice el calendario– con la mayor ola de calor de todos los tiempos, con los incendios más graves jamás contados, con las autonomías en entredicho debido a su actuación ante los mismos, con una falta de previsión para evitarlos palpable y con un coste en vidas humanas y haciendas irreparable.
Algo estamos haciendo mal, mientras unos se echan a otros las culpas, eludiendo la responsabilidad que admitieron cuando accedieron voluntariamente a sus cargos.