
El diario de Colón o el Papiro de Ani, facsímiles que huelen incluso como los originales
Acabo de volver de la Feria del Libro de Madrid como todos los años, aunque esta vez no he estado el primero, sino el segundo fin de semana para tener ocasión de presentar mi última novela que se puso a la venta hace apenas unos días y, como todos los años, he terminado agotada, pero con la maravillosa sensación de que no es verdad lo que tanto se dice en este país: que no se lee, que el número de lectores baja constantemente, que los y las jóvenes ya no se interesan por la lectura porque hay tantas otras cosas que le hacen la competencia a los libros.
Puedo dar un rotundo desmentido a esos titulares alarmistas que aparecen a lo largo del año y nos colocan por debajo de todos los niveles culturales del resto de Europa.
He hablado con libreras y libreros, con montones de lectoras y lectores y, naturalmente, he tenido los ojos abiertos y he visto las masas de personas de todas las edades que recorren la Feria cargados con bolsas y mochilas llenas de novedades, de clásicos, de reediciones, de libros que han comprado para las vacaciones, para regalar, para poder llevarse firmados por sus autoras y autores y que irán leyendo a lo largo del verano.