Diseño, sostenibilidad, sabor y calidad para regalar esta Navidad
El nombre del policía no lo sé, pero estaba de servicio en Paiporta. Se le había muerto la gente en los brazos, sin que pudiese hacer nada y estaba rabioso, impotente, desesperado. Acudió a ver a Gustavo Cervino, uno de los héroes de los Andes, que había llegado en avión a Valencia al saber de las terribles inundaciones. «Estaban como yo estuve».
Hubo gente que llegó a pie a aquella conferencia, porque había perdido todo, coche y casa. Gente que era como los pastores de Belén, sentados y absortos, devorando lo que veían en silencio.
Les contó cómo, los 19 años, aprendiz de medicina (hacía primero en la facultad), en aquel absurdo quirófano de la nada congelada, le tocó hacer el monstruoso triaje entre los amigos destinados a morir, excesivamente dañados por el accidente de avión, y aquellos a los que dedicar las energías restantes, intentando rescatarles para la existencia.