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Concha Velasco, la fuerza de la espiga3Foto© larazon.es

Concha Velasco, la fuerza de la espiga

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Me llamó Mingote, el nombre estelar de ABC entonces junto a Pemán. Era el año 1958 y yo un jovencito que braceaba en las aguas del periodismo. El genio del humor me pidió que le acompañara a un musical de Escobar en el Eslava, Ven y ven… En medio de grandes nombres, una actriz adolescente pasaba la batería como un misil. Se llamaba Conchita Velasco. Al día siguiente, almuerzo en casa de Escobar.

Asistió el patrón del ABC verdadero, Juan Ignacio Luca de Tena. Me sentaron al lado de la nueva actriz y así comenzó una amistad que se prolongó toda la vida. Le expliqué que no me dejaron llegar a los camerinos en el teatro Maravillas, dos años antes, en 1956, cuando acudí a ver a Celia Gámez en El águila de fuego, y me deslumbró una vicetiple del coro: Conchita Velasco.

Triunfó en el teatro, no por su belleza, sino por su talento. Tuvo éxito en la vida porque era sencilla y solidaria, generosa e inteligente. Sentía devoción por sus hijos. No conozco bien su cine. Pero asistí a casi todas sus interpretaciones teatrales en las que dominó los más varios registros desde la comedia fugaz a la tragedia griega.