Alonso, de pruebas con el criticado Aston Martin

Es obvio que el primer día de trabajo en Aston Martin después del anuncio del fichaje de Adrian Newey no iba a suponer un gran cambio con respecto a lo visto en los últimos grandes premios, pero había un atisbo de ilusión entre la afición, que parecía contagiarse nada más comenzar la sesión de libres del GP de Azerbaiyán. Hasta que llegó la cruda realidad.

El AMR24, el último monoplaza en el que el genio de Stratford-upon-Avon no ha metido mano, es de todo menos un coche de competición decente. Más allá de la broma y de las proféticas palabras en la presentación, en la que calificaron el monoplaza de «todoterreno», su mal comportamiento es una auténtica pesadilla para sus pilotos. Lo decía claramente Lance Stroll por la radio durante los primeros libres: «Esto es de todo menos un coche». La respuesta fácil es que él parece de todo menos un piloto de Fórmula 1, pero no le falta razón en esa apreciación.

Una de las carencias que tiene este monoplaza es la notable dificultad que tiene para alcanzar altas velocidades. Y no es por una cuestión de la unidad de potencia, ya que Lewis Hamilton con un Mercedes (que también motoriza a Aston Martin) marcó la punta de la jornada por encima de 325 km/h. Habida cuenta de que comparten tripas, el problema tiene que estar en el monoplaza en sí.