
Una discriminación «cotidiana y normalizada» somete al pueblo gitano
–Para protegernos, mira qué seguras estamos, ahora nadie nos va a robar el bolso –le respondí yo en voz alta. Porque no quiero que sepa por qué nos siguen».
En el colegio se presentan casos como el que narra Alberto, padre de cuatro niñas en Barcelona: «Mi hija y otras tres niñas, todas gitanas, tuvieron un problema con otras 14 niñas. Se metían con ellas, jugaban a un juego: cuando ellas tocaban algo, como los lápices o la mesa, gritaban: '¡desinfección, desinfección!', como si estuviera contaminado. Acudimos a la directora tres veces, y no le dio mucha importancia: Son cosas de chicas, dijo».
Un tercer testimonio, recabado por investigadores de la Universidad Pompeu Fabra, apunta al ámbito laboral: «Mira, si tú y yo solicitamos el mismo trabajo, con el mismo currículo, sé que te elegirán a ti. ¿Y por qué? Porque siempre que mencionan a los gitanos en la televisión, dicen: 'hay un tiroteo entre dos clanes gitanos...' y la gente nos tiene miedo. Y luego reciben mi CV y lo tiran directamente a la basura».