
Sánchez trató de eliminar el aforamiento que ahora usa para obstruir la causa de su hermano
O se gana, o se aprende. Eso dice la expresión, y eso es lo que tiene que hacer ahora el Barça: autocrítica. Todas las partes. La derrota en la final de Lisboa fue una de las más duras de la historia de la sección. Más que por el qué, porque una final de la Champions es una final de la Champions y se puede perder -así es el fútbol, así es la vida-, por el cómo. El equipo estuvo muy lejos de lo que es y de lo que debe ser.
En lo estrictamente futbolístico, el plan de Renée Slegers –que había ido variando incluso en los días previos– salió a la perfección. El Arsenal compitió y luego resistió. Y nadie del Barça, salvo Cata Coll –lo cual nunca es buena señal–, brilló.
Faltaron ideas, sobró confianza, aunque el vestuario no daba la final por ganada. La reacción llegó tarde, y tampoco acompañó la suerte: inevitable pensar qué habría pasado si aquel balón de Pina al larguero hubiera entrado. Ahora toca reflexionar sobre lo que debe venir cuando acabe la temporada.