Rusia entra en el río revuelto de Groenlandia
La idea no es nueva. En agosto de 2020, el diario Wall Street Journal publicó un titular que pasó casi desapercibido. «El presidente Trump contempla una nueva compra de bienes raíces: Groenlandia». Lo que entonces se tomó por una serpiente de verano, hoy, sin embargo, a solo una semana de su segunda toma de posesión, es un asunto de alcance mundial. Más allá de las razones estratégicas apuntadas en estos días por el futuro huésped del Despacho Oval para anexionarse dos millones de kilómetros cuadrados, existen otras de índole económico y hasta mítico en las que conviene detenerse.
Groenlandia –«la tierra verde», en noruego– irrumpió en la Historia a resultas de una fake news. Fue el navegante vikingo Erik Thorvaldsson, apodado el Rojo, el que expulsado de Islandia se estableció en el siglo X en esa «nueva» isla y le dio su nombre. En realidad, el lugar no era tan verde. De hecho, era mucho más inhóspito que su tierra natal, y apenas logró atraer a nadie a su exilio.
A finales de la década de los sesenta del pasado siglo, la Universidad de Yale resucitó el cuento y concluyó que Thorvaldsson llegó incluso a fondear en América, convirtiéndose en el primer europeo en hacerlo.