La vuelta de Trump sin ataduras pone en jaque la gobernanza mundial
No cuesta mucho imaginar a Pedro componiendo la partitura del «Réquiem» que lo haría inmortal, mientras su mujer se consagra al don divino que el cielo le otorgó para los negocios y las finanzas, y su hermano menor, con el coraje que los dioses conceden desde el principio de los tiempos a los benjamines de la familia, nos guiaría en este difícil trance con mano firme, convicción moral y transparencia absoluta.
Qué pena que la realidad rara vez se acomode a nuestros deseos y que, por la perversión diabólica de algunos poderes, se enreden las situaciones y lo blanco pase por negro y lo negro por blanco.
Cuando vemos a Pedro Sánchez, el más socialista de los sorosianos, como dirían Trump y Musk, cantando a voz en grito «La Internacional», puño en alto, no podemos entender el dolor íntimo de quien ha tenido que sacrificar su verdadera vocación, la musical, en pro de una actividad política por la que siente escasa afición, de ahí la necesidad de mentir, engañar y manipular a todo el mundo.