La campaña vasca cierra marcada por el asedio de Bildu al fortín del PNV
El sistema político vasco tiene una particularidad respecto al nacional y al de la mayoría de comunidades autónomas y es que en la investidura del futuro lehendakari no es posible el voto en contra. Los grupos solo pueden dar el sí o la abstención a los candidatos que se presentan.
Y, en la práctica, eso significa en estos momentos que Pradales tiene, pase lo que pase, todas las papeletas para suceder a Iñigo Urkullu porque ni su partido ni Bildu llegarán por sí solos a la mayoría absoluta, porque los socialistas ya le han garantizado el apoyo y porque el partido de Otegi no tiene nadie más con quien sumar salvo Podemos, a quien las encuestas le otorgan, en el mejor de los casos, dos escaños.
Lo que puede parecer un elemento tranquilizador para el que durante 40 años, casi sin interrupción, ha sido el partido gobernante en el País Vasco ha acabado siendo, sin embargo, a juicio de algunos de sus miembros, un arma de doble filo que ha aletargado a una parte de su antiguo electorado en un momento en el que las siglas acusan un perceptible desgaste. Pero en la formación bicéfala, presidida por Andoni Ortuzar, creen que en los últimos cinco días, después de una precampaña e inicio de campaña hipotensas, el tablero ha sufrido una sacudida.