
El presidente del Senado descarta ampliar el uso de las lenguas cooficiales
A los 23 años, aprobé unas oposiciones y como no se habían inventado los Erasmus y era joven e inquieto, escogí un destino exótico para ... alguien de Cáceres: que tuviera mar, que no hiciera calor y que se hablara una lengua diferente. Así aterricé en un instituto de Vilagarcía de Arousa. El director me vio tan intenso que enseguida me nombró responsable de extraescolares.
Preparé un programa completísimo, lo plasmé con rotuladores en cartulinas, lo colgué en el tablón informativo y me sentí realizado. Pero, ¡ay!, había escrito todo en castellano y, en el primer claustro de mi vida docente, el profesorado nacionalista me dio caña sin misericordia.
Fue un baño de realidad sin anestesia, pero al siguiente claustro fui preparado y narcotizado: tomé el primer y único Valium de mi vida.