
El Gobierno declara la comisaría de Via Laietana como Lugar de Memoria Democrática
Aquí estoy frente al mar hecho lienzo de mi universo, mientras evoco unos versos de Manuel Machado: «Pero su seno el mar alzó potente,/ y el sol, al fin, como en soberbio lecho,/hundió en las olas la dorada frente,/ en una brasa cárdena deshecho.» Al mismo tiempo invoco los Sonetos Espirituales de Juan Ramón Jiménez: «¡Mar, toma tú, esta tarde sola y larga,/mi corazón, y da a su sufrimiento/,tu anochecer sereno y extendido!.» Ahí me palpo, en esa luz postrera del ocaso, que como dice Manuel Vicent se confunde con la memoria.
Ninguna estación del año es tan cómplice de la memoria como el verano, ninguna guarda la luz de los días felices en los que todo se volvía un agitado entusiasmo como el verano. Un tiempo donde cada parpadeo era un lúcido porvenir. En esta puesta de sol en la que ahora me embebo se funden el principio y el final de los tiempos.
El horizonte infinito circunda todos los arreboles, toda la desnudez a la que alguien puede aspirar para sentir la savia de las certezas en la cadenciosa melodía de una barcarola, o en los compases náuticos de «La Mer», de Claude Debussy.