
El cine de verano calienta motores en Valverde
Yo, a partir del 15 de junio, acostumbro a entrar en una especie de prevención cósmica, no solo porque las temperaturas altas afectan al cerebro, o por la vulgaridad que el desnudo trae a los ojos exquisitos, sino porque de un modo casi mecánico todos cogemos vacaciones de pensamiento. Sube la intensidad del 'a mí plin', bajan las defensas contra la estupidez reinante y alcanzas un estado de lerdez que solo cede cuando te metes en estas cálidas aguas del norte.
Yo creo que los magnates de este universo contrito saben que esto nos pasa y, aprovechando que el aire reparte sedantes, se ponen a maquinar, y a hacer asambleas y congresos que asustan, porque aplazan lo ya aplazado. Y junio, seamos honestos, está que no se tiene en pie.
Después del apagón y de saber que «Carlota se enrolla que te cagas», no sé si ponerme un vaporoso caftán de colores, unas gafas de gato, un turbante y ofrecerme como 'madame', porque, francamente, escandalizarme a estas alturas del partido me da pereza.