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Disfrutar de la normalidad

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No es casual que muchas familias opten hoy por restaurantes o escapadas rurales. La sociedad cambia, las dinámicas familiares también, y adaptarse no significa renunciar a la esencia. Las tradiciones se transforman: los menús ya no son los de antes, las culturas se cruzan y las costumbres se mezclan, la diversidad se sienta a la mesa sin manual de instrucciones. Lejos de ser una amenaza, esto es una señal de normalidad y convivencia.

La Navidad, como señalan algunos psicólogos, también despierta conflictos y emociones difíciles. Pero quizá ahí radique su valor: es una pausa obligada para reencontrarse, para limar asperezas y, aunque sea por unos días, dejar los desencuentros a un lado. Puede parecer ingenuo, pero si estas fechas sirven para reconciliar, para brindar con amigos o simplemente para estar en pijama sin prisas, entonces siguen teniendo sentido. Y eso, en tiempos tan dispersos, ya es mucho.