
Pogacar y Vingegaard no quieren más rivales
Es el inicio de la comedia y el drama; de la gloria y el sufrimiento. El del fracaso o el triunfo personal y colectivo. Empiezan también las decepciones, muy pronto, cuando Filippo Ganna, que tenía en la cabeza la contrarreloj de la quinta etapa, favorito entre los favoritos, no llega ni al kilómetro 54 porque una caída, la primera, y hay muchas más, le deja fuera.
Tantos meses de preparación que se van por el sumidero en un despiste fatal. Aturdido, sentado en el suelo, con un golpe en la cabeza, sigue al principio, pero se detiene después. Los comisarios le quitan el dorsal como cuando, tras un consejo de guerra, el militar condenado es degradado y pierde sus galones. Ya no es un ciclista del Tour.
Se escenifican también los episodios cómicos, aunque a los protagonistas no les haga demasiada gracia, como cuando Benjamin Thomas y Matteo Vercher, con ventaja sobre el pelotón, se disputan los puntos de un puerto de montaña y después de pasar la línea, el primero tropieza con un adoquín, cae y derriba al segundo y la costalada es fuerte, pero mayor el daño moral.