
La imprescindible Yolanda Arencibia
Estoy convencido de que quienes hemos conocido y seguido la pista de Yolanda Arencibia durante años, teníamos una nota grabada en el inconsciente en la que habíamos decidido que estábamos ante un ser eterno, inamovible y sin siquiera capacidad para envejecer.
La energía que emanaba era muy especial, porque, aunque tenía carácter y si había que plantarse se plantaba, era una mujer pausada, callada, casi inmóvil mientras escuchaba, pero una ametralladora cuando empezaba a hablar. Esa era al menos mi percepción de ella, y sé que no era solo yo quien pensaba que estábamos ante una mujer especial, cuyas pilas eran inagotables.
Desde muy joven, cuando daba clases en un instituto de enseñanza media de los de hace medio siglo, fue una mujer de una curiosidad intelectual y una capacidad de trabajo inimaginables, y de un amor por la literatura que no tenía límites.